domingo, 6 de noviembre de 2011

La búsqueda: parte I


Cuando hubieron acordado aquel día que se organizaría una nueva expedición para ver cómo estaba la ciudad y ver si, por causalidad, encontraban ayuda o más gente aún sobreviviendo en aquel infierno, formaron tres grupos de expedición: el primero, formado por Tony, Alma y Vincent; el segundo, formado por Richi, Héctor y Adri; y el tercero, formado por Carlos, Jacky y Fran. Y su grupo había sido el primero en aventurarse esa mañana a explorar las calles muertas de Torrejón.

Héctor suspiró largamente en el portal del edificio, esperando a que Richi y Adri terminaran de bajar. Habían decidido llevar armas de medio alcance por si acaso y una ballesta, que llevaría Richi, de fabricación casera. Era muy rudimentaria, pero funcionaba a la perfección y era el arma más letal que habían conseguido para luchar contra aquellos seres. 

-¿Porqué una ballesta?- le había preguntado en su día Gabriella mientras él iba afilando los virotes que habían conseguido sacar de varios palos de escoba.

-Porque la ballesta es silenciosa, Gabri- le había explicado entonces, con las mismas palabras que Richi había empleado para explicárselo a él -. Un virote bien lanzado puede atravesar perfectamente, con la rapidez que llegan a coger, el cráneo de uno de esos seres. Además si uno es rápido puede recuperarlo y volver a darle uso.


Suspiró nuevamente cuando vio por fin a sus dos compañeros. De los tres era el más fuerte físicamente, pero no el más hábil a la hora de apuntar. Se había decidido que Adrana llevaría la ballesta mientras que ellos dos se apañarían bien con dos de las espadas que Vincent había llevado de su casa. Les habían sacado filo y eran capaces de cortar cualquier cosa “Espero que también cabezas” pensó con un suspiro cuando miró su mano, donde portaba la espada. A los tres les habían dado chalecos antibalas y un walkie para comunicarse a la vuelta y así abrirles la puerta manteniendo la seguridad interna del edificio.

-¿Listos?- preguntó Richi nada más llegar abajo. Tanto Adri como él asintieron con un firme movimiento de cabeza; aquella fue la señal para que el que parecía el líder del grupo abriera la puerta del portal. Les llegó de golpe el desagradable olor de la muerte ya que, por las zonas ajardinadas, había algún que otro cadáver putrefacto.

-Esto es horrible- susurró Adri mientras miraba alrededor. Él hizo de tripas corazón y alzó la mirada hacia las inmediaciones del edificio. Sí, era realmente horrible. Aunque aún se veía movimiento de alguno de aquellos seres fuera del complejo de edificios, el interior estaba ya lleno de cadáveres que no hacían más que empeorar el ambiente y el olor de la zona. Tuvo que aguantarse las nauseas un par de veces al sentir aquel repugnante olor colándose por sus fosas nasales.

Con mucho cuidado abrieron la puerta que daba salida a la calle principal y salieron hacia allí. Habían acordado que ellos llegarían hasta la zona de la Estación de Torrejón y volverían siempre con cuidado de no llamar mucho la atención de los zombis. Era cierto que la expedición era muy arriesgada debido a que había pocos lugares donde pudieran esconderse, pero era eso o quedarse eternamente encerrados hasta que se les acabaran las provisiones. Richi encabezó la marcha y él le siguió acompañado de Adrana. La Calle de los Curas, a donde daba la puerta de salida del recinto, estaba prácticamente vacía; a penas dos o tres caminantes vagaban por la zona. 

-Dejadme a mi – susurró Adri mientras se adelantaba un par de pasos. Uno de aquellos seres parecía haberles percibido y se acercaba lentamente, arrastrando uno de sus pies por el asfalto, con el tobillo torcido, mirando con sus ojos vacío de vida en dirección al trío. Héctor tragó saliva y rezó para sí mismo mientras veía a la muchacha apuntar; realmente era un tiro difícil y a esa lejanía era difícil no fallar. Pero por lo que vio la muchacha no era para nada temeraria, al revés: cada dos o tres pasos de aquel ser, era uno que daba Adri en su dirección, acercándose cada vez más, como un ave rapaz que acecha a su presa. Los segundos se le estaban haciendo eternos y, por lo que vio, no solamente a él, ya que Richi alzó una de sus manos para retirarse el sudor de la frente.

El rudimentario virote cruzó volando la distancia que les separaba, cortando el viento hasta atravesar la cuenca del ojo del ser. La sangre salpicó al hacerlo y el cuerpo se desplomó como un saco de patatas. Enseguida comenzó a formarse en el suelo un profuso charco de viscosa sangre negruzca.

-Buen tiro- dijo con una sonrisa mientras Adri resoplaba largamente.

-Aún tengo que acostumbrarme a esto…había apuntado a la frente, no al ojo- aquello le hizo reír un instante; en vez de alegrarse por haber acertado a la primera, algo realmente impresionante, se había disgustado por no haber acertado donde realmente quería.

-Vamos, aún hay mucho camino que andar- dijo Richi mientras volvía a tomar el mando de la expedición.


Para su sorpresa y aumento de curiosidad, el camino hasta la gran Plaza Mayor, que quedaba más o menos a mitad de camino entre la casa de Prímula y la Estación,  había estado prácticamente despejado. A penas había cadáveres por la calle, tan solo los que ellos mismos iban dejando a su paso. Aunque había restos de sangre agarrados al asfalto, ni siquiera había restos de vísceras ni nada por el estilo.

-Esto es muy extraño- dijo Richi deteniéndose un par de calles antes de la entrada a la plaza mayor.

-Pienso lo mismo- dijo él, asintiendo con firmeza mientras se cruzaba de brazos -. Alma, Vince y Tony nos habían dicho que había un montón de caminantes por la zona y que habían tenido que hacer una maniobra de distracción para poder pasar entre ellos. Y, sin embargo, nosotros no estamos teniendo ningún problema.

-¿Y no puede que sea porque se hayan trasladado a alguna zona de la ciudad donde aún quedaran supervivientes?- preguntó Adrana, mirándoles a ambos –Si es cierto que reaccionan a sonidos  fuertes, quizá haya sucedido algo un poco más lejos de aquí y se hayan marchado en busca de comida ¿no?

-Me parece razonable, pero poco probable- se adelantó el informático, encogiéndose de hombros -. Es decir, si hubiera habido un suceso tan ruidoso que todos los zombis de la zona oyeron ¿porqué nosotros no escuchamos nada? No sé, hay cabos sueltos en esa teoría. Es cierto que suelen moverse, pero es muy raro que lo hagan en su inmensa mayoría en masas y en apenas unos días.

-¿Entonces qué crees que ha sido?

-Si lo supiera, Héctor, no me extrañaría tanto esta situación- el muchacho suspiró, negando. Si Richi, que parecía dominar el tema, no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, era sin duda una mala señal -. Sigamos adelante; si nos quedamos aquí parados posiblemente estemos más en peligro que si nos movemos.

Los tres volvieron a reanudar el paso de camino a la Plaza Mayor. A medida que se acercaban el aire estaba más cargado, era más cálido pese  a estar en pleno invierno, más pegajoso pese a la  poca humedad del ambiente. A ninguno de los tres les hizo sentir bien aquella sensación, era como si el mismo aire les estuviera diciendo que aquel no era el camino correcto por el que debían continuar. Sin embargo su curiosidad era mayor que la sensación de peligro inminente. Se acercaron hasta la entrada y torcieron cuando llegaron a las cercanías de la iglesia. Pero no pasaron de ahí. Los tres se quedaron completamente quietos, con los ojos abiertos de par en par, anonadados.

-N…no puedo creerlo- susurró, sin moverse de allí. Ninguno lo hizo. Los tres observaban el panorama que se abría ante ellos, ante sus ojos, en aquel ambiente cálido, pegajoso y, sin duda, muerto. En ningún momento se le había pasado por la cabeza, desde que propusieran salir a investigar la ciudad en busca de vida, que podrían llegar a encontrar algo como lo que en esos momentos tenían ante sus ojos.

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